El era el único que sabía cómo robarme sueños de amaneceres a su lado. El único
por el que el insomnio calaba en mis huesos como la escarcha cuando se hacían
interminables los días sin el. Lo habría dado todo por su pestañear resuelto y
provocador, que me hacía sentirme sucia.
Cada una de mis terminaciones
nerviosas eran conscientes de que le deseaba. Y me habría gustado poder
explicarle que tenía una infinidad de te quieros a presión en la
garganta, ahogados, silenciados por un remoto miedo a perderle. Por si aquel
huracán de sentimientos devastaba todo posible rastro de cariño en el, y esta
huyera a un lugar más seguro donde refugiarse, lejos de mí.
Me habría gustado
hacerle saber que ahora el aire parecía enrarecido si no respiraba su aliento
húmedo y cálido, a veces con un ligero regusto a menta. Su aliento me colocaba,
me volvía adicto a el.
Me habría gustado decirle, que se llevara este maldito
insomnio y las tantísimas noches acogiendo a la nostalgia en mi cama en vez de a
el. Que ojalá estuviera aquí, haciendo realidad esos sueños de amaneceres a su
lado.